EL COMÚN VA PESTAÑAR

Bombonerazo. Triunfazo, garra charrúa. Nada de eso. Una simple y llama demostración de impotencia, de un conjunto que hace rato que no se asemeja al de los buenos momentos y que dio la sensación de que fundió viela, que ya no alcanza con la trayectoria de algunos, y que los que asomaron como promesas en el cálido invierno, son parte del futuro, y no tanto de un presente de transición.

Como si fuera una película ya vista -pero con distinto final- mostró de manera cómplice, la verdad al desnudo, sin censurar de este equipo. No alcanzó el maquillaje (para Platón, un placer inmediato y no un bien) de los primeros minutos de Riquelme, ni las corajudas intervenciones a puro desparpajo de Pochi Chávez, ni las cabalgatas del Potro Rodrigo por derecha, si esos esfuerzos netamente individuales no fueron constantes a la hora de consolidar el juego, ni mucho menos se complementaron entre ellos como para comenzar a desperezar algún miembro del cuerpo apelmasado.

Lo del Violeta uruguayo era notoriamente comprensible. "Me guardo atrás con dos líneas de 4 bien juntitas, no concedo espacios ni dar panorama claro a los hombres en la ofensiva, y oxigenarnos un poco bajo la zurdita de Diego de Souza o del sapito Marchant". La cosa estaba clara de uno y otro lado. ¿Seguro? No. Porque sí se puede entender que Boca salga en su propia casa a pasar por encima a un rival asumido como inferior, pero sin argumentos para ello, y con netas concesiones para que el humilde se agrande y crea que es posible el milagro (creo que así lo tenía asumido el Polilla Da Silva) se titula como subestimación, arrogancia o cinismo.

En la primera escalada del morenito Pinto por derecha, le comió la espalda a un Riquelme -ya parado- que no persiguió esa marca, superó a Morel contundentemente, y su centro, le cayó al hábil de Souza, que con suficiencia definió seco arriba. Imposible. Sorpresa total en la Bombonera, que se había vestido de fiesta, mucho papelito y fuego artificial, y que por el momento se despedía del certamen continental.

Después del cimbronazo, Boca entró en el embudo de su rival y en el suyo personal, y con mucha parsimonia (la que el 10 contagia) movía el balón buscando algún resquicio para el desnivel. Todo muy lento e individualista, sólo favorecía a solidificar la idea de Defensor, sumado al quedo de Chávez y la irregularidad de Palacio -las dos individualidades que habían producido en el ataque-. Román ya demostraba su apatía al ser poco buscado por los suyos, y la sorpresa de los laterales era parte del pasado.

El complemento, tuvo poca furia, escasa rebeldía de los referentes, de aquellos que enojados, demostraron su capacidad de sobreponerse ante el pesimismo. Digamos que la historia más reciente del club avala lo expuesto, donde ante circunstancias idénticas, el jugador de Boca posee un plus extra al resto, una marcha más contra el rival.

En esta noche no. El equipo no tuvo una voz campante que guiara la rebelión, que con su voluntad contagie al resto, y provoque algún cambio. Las variantes fueron la obvias -quizás Mouche y su electricidad eran útiles- y como era de esperar, desvirtuaron el (casi nulo) andar en conjunto y le dieron chance a Defensor de hacer su juego. Comenzó a ganar las espaldas de los volantes ofensivos, con el control de de Souza y el ingresado Mora para dominar la desesperación del rival.

De los pitos y matracas del inicio, a la imagen del final. De la sangre hirviendo de otras épocas, a la inercia de no saber si lo que viene alberga esperanzas o no. Y pensar que no hace mucho, el archirival daba las primeras muestras de decadencia, semejante al calibre de ésta.

IVÁN ISOLANI (abetsen@gmail.com)

Written by Círculo Sports Radio

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